martes, 14 de noviembre de 2017

Lo que una madre calla por amor

Muchas veces he callado las pequeñas trastadas de mis hijos porque considero no dignas de ser corregidas, simplemente porque son niños. No obstante también ocurren situaciones en las que por su propia inocencia se pone en evidencia sus "malas o buenas intenciones". Verlos sonreír y luchar para sobrevivir, ya sea en  juegos o en el aprendizaje, me transportan a un mundo desconocido para muchos, pero que solamente es mío, que como madre puedo entrar y conocer en totalidad su corazón.
He notado el sigilo maternal inmerso en el comportamiento de madres de mi entorno, también en mi mamá,  que por decisión propia,  llega a ser un "filtro" de comunicación y de diálogo entre hijos, de esa manera intenta evitar disgustos entre las partes, convirtiéndose en un vaivén por amor, a veces corriendo el riesgo de poner en peligro su autoestima y en el peor de los casos su integridad física.
Una Madre que se anticipa a enmendar los errores ajenos para evitar discusiones, que justifica a un hijo para que no exista rivalidad con el otro, que prefiere que le diagnostiquen "sordera temporal" para no encender la chispa de la discordia.
He podido observar también la dimensión del amor de una madre, que renuncia a defenderse para defender, que en su fragilidad fortalece la unidad familiar, que se deja reeducar en la ancianidad, porque solamente así puede notar la fortaleza del nuevo hogar.
Una madre es dotada de una sabiduría especial que le permite reconocer al hijo que le va a abandonar.
Así mismo, puedo entender que Jesús,   conocía muy bien a sus discípulos; Por eso bien claro está en uno de los Evangelios que se declara El Buen Pastor, porque conoce a sus ovejas.  Pues hay que destacar la labor de un pastor de ovejas, las cuida y las acompaña desde el amanecer.
Es por eso que en este día, lejos de ser el día de la Madre, quiero dar gracias a Dios por permitirme ser parte de este amor incondicional.

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